sábado, 20 de agosto de 2016

6. CELEBRACIONES


El jueves santo por la mañana asistimos por primera vez a la celebración comunitaria de la Penitencia. Fue en la S. I. Catedral. La celebración de este sacramento consiste en un acto muy parecido al de la misa, pero hacia el final los sacerdotes (muchos), se colocan en sus lugares y los fieles acuden a confesar sus pecados. La sensación durante la mañana fue buena. Yo no había hecho esto nunca, y menos en la Catedral. Ana Mª se fue por un lado y yo por otro, como es tan grande el lugar, y busqué a uno de los sacerdotes, y mi sorpresa fue ver cola para confesar. Con un poco de nerviosismo por la experiencia, hice un breve examen de conciencia de lo que yo consideraba que era confesable en aquella mañana, y cuando me tocó el turno, me acerqué a un hombre anciano, el cual me esperaba sentado en una silla. En ningún momento me miró a la cara, sino que me acercaba el oído para escuchar mi confesión. Dije mis pecados, y a continuación me dio algún breve consejo y me puso la penitencia, la cual consistía en rezar un rosario a la Virgen. Otra novedad, ya que nunca antes he rezado el rosario completo, y menos en mi casa. Tuve que preguntarle a Ana Mª que como era eso, ya que no sabía muy bien. En cuanto llegué a mi casa, me encerré en mi habitación y me dispuse a rezar. Debo decir que la experiencia fue positiva y resulta sorprendente yo que tantas veces critiqué a los que rezaban el rosario por considerarlo una forma de rezar sin sentido, ahora lo veo todo distinto.
En la tarde del jueves santo, vivimos otra experiencia primera, como es la llamada “Cena del Señor”. La Catedral estaba llena, y nos sentamos cerca del altar. El acto tuvo toda la solemnidad, con los cantos de la coral de Santa María de la Victoria y el acompañamiento del órgano. Mientras oía la música, miraba al altar y veía al Obispo y a los presbíteros, al menos una docena, y me daba cuenta de lo importante que es la liturgia dentro de la Iglesia. Fue una experiencia muy bonita. Al final de la misa comulgamos y el obispo llevó bajo palio una urna con el Cuerpo del Señor para colocarla en otro lugar de la catedral, a su paso algunas personas se arrodillaban ante el Señor, lo llaman monumento, y lo hacen además en otras iglesias. Mas tarde fuimos a visitar otros “monumentos”, especialmente llamativo el de las hermanas de la cruz, el cual era una representación de lo mas exacta del cenáculo donde Jesucristo realizó la última cena con sus apóstoles.
El viernes santo en la mañana volvimos a la Catedral para oír el sermón de las “Siete Palabras”. También era para nosotros una experiencia primera. Salía un sacerdote y predicaba acerca de una de las últimas palabras dichas por el Señor en la cruz, y luego exponía una reflexión, así hasta siete. El acto duró unas dos horas. Después quitaron la imagen del crucificado que presidía el altar, y fue también un acto emotivo, ya que al ser viernes santo, pues se siente el momento como muy real.
El sábado, la Vigilia Pascual.

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